miércoles, 28 de mayo de 2008

Mirando el diario de un Facilitador...
Llegan caminando. Llegan en bicicletas; en moto o en remis. Los trate el padre, la madre, el amigo, el esposo… de cualquier forma; pero llegan. Tarde o temprano; pero allí están.

Entonces, todo empieza a cobrar vida. Y cobra vida de tal modo que apenas desciendo del auto y pongo un pie en el colegio; no solo recibo saludos, sino que me llevo una grata sorpresa.
Una señora muy alta y fornida (debo confesar que en un principio me asustó un poco su tamaño; su porte) se acercó y me preguntó muy amablemente qué necesitaba. No era la portera; no era una preceptora… no hay nada de eso en este colegio. Era una alumna.
Ahí fue cuando me acordé las palabras que Susana, la coordinadora, me dijo en el primer encuentro.

-: Acá, hay un fuerte sentido de pertenencia.

Y sí. Existen tremendos proyectos educativos que se proponen lo mismo en distintas instituciones. Y no digo que no sean necesarios ni útiles; sino que no hay fórmulas, no hay recetas para la construcción del sentido de pertenencia a un espacio. Simplemente se pertenece; por afinidad, por comodidad, por lo que sea, pero se pertenece.

Y otra vez se nos presenta como importante el diálogo. Susana me plantea una cosa muy interesante respecto a esto.
Me dice que está muy cansada, que hace rato que no tiene ganas de seguir conversando con los alumnos del colegio. Que está insensible ante las cosas de los demás; que antes tenía otro trato con los alumnos (los de esta institucion y los de su 3er grado de primaria que tiene a la mañana), pero que ahora, apenas llega al colegio, cierra la puerta de la dirección para que nadie la moleste, para que nadie le lleve sus problemas…
Y se siente mal…

Ahí es cuando empezamos a conversar de nuestras historias, de las cosas propias y ajenas que cargamos, de las veces que lo negamos a Dios… ella me pide un libro sobre “religión”, con la que confiesa venir peleada hace tiempo … dice que es para dejar más tranquila su conciencia acerca de las cosas que ya no la sensibilizan. Yo pienso, y le digo, que es parte de recuperar su historia. Porque si lo religioso estuvo alguna vez en su vida, hay momentos en lo que se empiezan a recuperar los pedazos de historia; tratando de hacer síntesis. Le cuento acerca de mí; de los años que, por ser un “buen evangélico” negué mi historia familiar, de militancia política, de pensamiento socialista, de discusión… también le cuento de la síntesis que vengo haciendo en los últimos años, de lo bien que me hace no negarme a mi historia…
-: Uf, hice catarsis hoy- dice Susana.
-: Tranquila que los dos la hicimos- me digo a mí mismo
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Eduardo Zar