martes, 10 de marzo de 2009

¿Dios de amor o Dios de acusación? ¿Cuál es el Dios de la Biblia?

“Nuestro concepto de Dios está cargado, por así decirlo, de todas las influencias de las que venimos hablando. Por un lado, las experiencias que tenemos a diario con las autoridades. Por otro, las marcas que dejaron en el cristianismo la filosofía griega, las estructuras jerárquicas desde Constantino en adelante, la forma del cristianismo traído a América Latina por los españoles. Estos y otros factores se combinan para hacer sentir a muchas personas que Dios es un ser todopoderoso y autoritario, que les acusa desde su trono lejano y que está listo para reprenderlos por cualquier tropiezo.

La mayoría de los cristianos teme admitir que siente esto respecto a Dios. Esconden sus miedos y sufrimientos, hasta de ellos mismos. Stan Slade, misionero en el Salvador, comenta que lo que la gente dice acerca de Dios con frecuencia contradice lo que experimenta en realidad: “Se confiesa que Dios es bueno, pero se lo experimenta como lejano, estricto y, aunque nadie se atreve a decirlo, injusto.”

No quiero insinuar con esto que todo aquel que habla de la bondad de Dios está mintiendo. Pero estoy convencido de que muchos de nosotros vivimos esta contradicción. En un nivel, experimentamos el amor de Dios y cantamos acerca de sus bondades; pero en lo profundo de nuestro ser vivimos atemorizados por este Dios del ojo acusador y el garrote. Algo de paz tenemos, porque sabemos que, por el hecho de ser cristianos, no apareceremos en la lista negra de Dios en el juicio final y no iremos al infierno. No obstante, la tensión y el temor permanecen.

Debemos preguntarnos: si la única relación que tenemos con personas que ejercen autoridad es la represión, ¿no será natural que esperemos que la relación con Dios, la “Suprema Autoridad”, sea similar? Sin embargo, lo cierto es que el Dios de la Biblia es diferente a todas las autoridades que hayamos experimentado. Dios no está esperando golpearnos con un garrote. Dios es amor.

Saber que Dios es amor, no resuelve nuestro problema. El error no está en lo que sabemos y declaramos acerca de Dios: el problema está en la imagen de Dios que está arraigada en lo profundo de nuestro ser, y de acuerdo con esa percepción vivimos. Muchas cosas han ocurrido que nos han llevado a confundir a Dios con ese Ser Superior del ojo acusador y el garrote.

Mucho tendrá que suceder para que eso cambie.

Según la Biblia Dios hizo grandes esfuerzos para ayudarnos a ver lo cercano y amoroso que él es. Necesitamos conocer realmente a este Dios de la Biblia y entender que el poder y la autoridad no son los rasgos de su persona que el quiere enfatizar en su relación con el ser humano.

Si queremos librarnos de la vergüenza profunda es imprescindible conocer al Dios de amor. Si nuestro Dios es principalmente un ser acusador, tal vez logremos obtener de el que perdone nuestra falta. Es imposible imaginar a un Dios severo que, a pesar de su enojo, decide perdonar nuestros errores cuando el lo quiere, de la misma forma que un maestro o jefe enojado a veces deciden perdonar nuestras faltas. Pero eso no es suficiente.

Nuestra vergüenza profunda no se debe a errores o pecados específicos sino al rechazo que sentimos hacia nuestra humanidad: sentimos que somos en esencia deficientes. Por lo tanto, en lo que atañe a la vergüenza, necesitamos más que perdón. Necesitamos sentir que Dios nos ama y nos acepta como somos: seres humanos limitados. Es imposible alcanzar esta comprensión de la aceptación profunda de parte de Dios si lo concebimos como un gran ojo acusador.

La invitación que quiero hacerle es que volvamos a leer la Biblia y redescubramos a Dios. Es preciso entender que Dios no solamente no nos acusa, sino que podemos estar en su presencia libres de la vergüenza que sentimos frente a los demás y a nosotros mismos.”


Marcos Baker; ¿Dios de ira o Dios de amor? – Ed. Kairós

"...lo que la gente dice acerca de Dios con frecuencia contradice lo que experimenta en realidad"